27 sept 2014

Cuento | "P R O F É T I C O"


P R O F É T I C O

William Brown estará corriendo por la avenida Openwright el 3 de Junio del 2135. Anunciarán que lloverá torrencialmente ese día, por lo cual él saldrá con apuro de que no lo agarre el agua para cuando la tormenta estalle. La ciudad se encontrará algo vacía para cuando él salga de su departamento, lo que le facilitará la corrida. Estará oscuro por las altas horas de la noche y el cielo nublado, y la ausencia de servicio eléctrico en el barrio no le aportará tampoco algo positivo. Correrá veloz, sin pausa, pero en la oscuridad, respirando ese aire electrizante, húmedo y cargado propio de la previa a la descarga de la tormenta. Se cansará fácilmente, pero no podrá detenerse por más que su cuerpo se lo pida a gritos.

La ciudad, más que vacía, podría decirse que estará desierta. Ningún vehículo, ningún peatón, ninguna forma de vida desprotegida, y con razón. A nadie en su sano juicio se le ocurrirá estar fuera a esas horas y con semejante pronóstico avecinándose, y menos dejarán a la intemperie a mascotas o a las últimas especies vegetales que queden. Cualquiera que se asome y justo vea a este pobre hombre corriendo por el pavimento creerá que está loco de remate, no habrá otra opción, pero él no desistirá ante ninguna advertencia que le dediquen. Tendrá bien en claro su objetivo por más que los medios para llegar a él serán algo que tendrá que decidir y llevar a cabo en el momento. William se sentirá tremendamente desdichado, pero él sabrá que esa oportunidad que aún tendrá para arreglar lo sucedido no la podrá desaprovechar por nada del mundo. Por ende, correrá con todas sus fuerzas y dejará su corazón en la calle si es necesario, pero llegará. Cuando llegue, sin embargo y a pesar de todo su esfuerzo, será demasiado tarde.

***

Su hija saldrá para la escuela el 1 de Junio de ese mismo año. Un día común, como cualquier otro, en el cuál el transporte la levantará como siempre en la misma parada no solo a ella, si no a diez compañeras más. Todas uniformadas, partirán en un viaje de diez minutos a alta pero segura velocidad y llegarán a tiempo a su destino. La jornada transcurrirá como siempre, con sesiones de una hora de aprendizaje neuronal, y el casco las dejará despeinadas cuando se los tengan que sacar, pero el tiempo libre del recreo les permitirá arreglarse innecesariamente para cuando vuelvan a las salas. El coordinador las verá ponerse de nuevos los cascos, presionará de nuevo el botón y la nueva clase comenzará. Todo normal. Luego de las cinco horas obligatorias, y una última sesión de peinado y arregle de look, las muchachas caminarán hasta la esquina de la escuela y esperarán por el transporte. Cuando éste llegue, sin embargo, entrarán nueve a la cabina y una no lo hará. Las compañeras de la adolescente no se darán cuenta y ella será llevada a la fuerza hacia un vehículo particular protegido de la vista de las cámaras por un hacker ilegal que nunca será reconocido en el caso hasta dos años después. A la pequeña Evelyn Brown se la secuestrará en silencio, muy discretamente, pero a pesar de su evidente terror, cooperará para que no le hagan daño como le prometerán.

Será trasladada a un sector alejado de la ciudad, utilizando una ruta poco concurrida y simulando que nada fuera de lugar está ocurriendo. Se la dejará en un sótano, previamente limpiado y asegurado, unas cuarenta y ocho horas y mientras tanto se la alimentará lo justo y necesario mientras ella pase del llanto, al miedo y a la tristeza una y otra vez. Su padre, cuando no la vea llegar, llamará a la escuela, al servicio de transporte, y a la policía, pero todos pecarán de inservibles, como siempre lo han hecho aún teniendo cámaras hasta dentro de los retretes. En fin. Cuando llamen a William, alrededor de las seis de la tarde, le pedirán una suma desorbitante de dinero que él no poseerá pero no le será difícil conseguir tampoco. Le darán un plazo de veinticuatro horas antes de la próxima comunicación, y para entonces ya tendrá que dar una respuesta cuando ellos lo vuelvan a llamar. La policía instalará en su casa un equipo para que trabaje en la búsqueda de la pequeña y los malvivientes, y a su vez lo protejan a él de cualquier eventualidad que pueda llegar a surgir, pero eso no lo hará dormir tranquilo. Cuando descanse será porque el cuerpo no le rendirá más y caiga rendido en un sillón, pero no cuando él se lo predisponga.

A las seis de la tarde en punto del 2 de Junio, la segunda llamada llegará y William hablará nervioso pero dejará todo en claro: depositará el dinero en el lugar donde ellos le vayan a decir –un evento muy concurrido en el cual difícilmente se sabrá decir quién será el culpable o el cómplice que se hará con el dinero- y aguardará por la chica en un lugar específico. Los criminales la tendrán pensada demasiado bien, y dejarán a Evelyn sola en un depósito cuyas puertas se abrirán automáticamente cuando ellos estén –se supone- lejos de allí, con el dinero recogido por el cómplice. Pero para cuando las puertas se abran, será demasiado tarde.

***

William colgará el teléfono y planeará con los policías alguna vuelta que darle al plan para atrapar a los malhechores, pero todo intento de prever algo les será en vano y se llevarán más de una sorpresa. La policía dejará al hombre solo en su casa para que descanse a pedido explícito de él –no sin antes recordarle que ellos estarán a solo un llamado de distancia- y él no podrá dormir entre llanto, preocupación y terror de que algo malo le suceda a su chica, pero no podrá hacer nada para evitarlo. Será esa madrugada cuando saldrá de su morada, solo, e irá al lugar de encuentro en dónde dejarían a su hija mucho antes de la hora acordada. Pero será demasiado tarde, porque la lluvia lo agarrará en el camino y no podrá hacer nada para evitarlo. El clima altamente tóxico de esa época provocará que no sea una precipitación corriente sino una lluvia ácida, y si bien no sufrirá demasiado no podrá evitar que lo hiera el agua ardiente. Su ropa pronto comenzará a agujerearse pero a él no le importará, y arribará con tiempo de sobra al lugar estipulado. La policía tomará luego ese acto como muy irresponsable, pero finalmente entenderán las razones que lo llevarán a hacerlo y sabrán entender, más dados los resultados con los que terminará esta historia.

A pesar de que el depósito tendrá muy bien selladas las puertas y que nada de lo que haga William le servirá para abrirlas, encontrará una puerta trasera con un candado más fácil de romper que con mucha furia, adrenalina en aumento y desesperación, falseará entre patadas, ladrillazos y palazos. Estará oscuro, naturalmente, dentro, pero estar a salvo de la lluvia hiriente lo dejará más lúcido para desempeñar las acciones que le seguirán a su entrada. Pensará bien y no permitirá que nada lo asuste, y tras andanzas laberínticas entre un mar de penumbra terrorífico, la voz de su hija respondiendo a sus intrépidos llamados lo motivará y guiará hasta ella. Pocos serán los abrazos que se permitirá darle para reconfortarla de lo que será un trauma dentro de todo curable, y no le será difícil liberarla de sus ataduras y amordazas. El hombre la sacará de allí y contactará de inmediato a la policía, y un repentino cambio en el curso de los eventos lo favorecerá aun más de lo que estos últimos acontecimientos podrán hacerlo.

Un operativo mucho más efectivo por parte del servicio de seguridad permitirá dar con todos los responsables del asunto, y su estadía en la prisión superpoblada les será mucho más cruenta y vil de lo que podrían serles las venganzas por mano propia que tampoco se atrevería, dado el caso, de realizar William. La justicia la hará el bienaventurado karma y los responsables pagarán todo en vida, a pesar de la falta de rencor que le permitirá al padre de la niña seguir adelante con su vida y estar mucho más agradecido por todo lo que le suceda de allí en más. La niña logrará, no sin esfuerzo, descargar todos sus sentimientos frente a especialistas en casos como este y ella podrá también liberarse de este episodio nada placentero y continuar, junto a su padre y posteriormente, su novio, una vida plena y feliz.

Este cuento, sin embargo, no tendrá tanta suerte y no tendrá demasiada repercusión –por no decir que ésta será nula-. Aún así, el escritor se la verá venir y no tendrá demasiadas expectativas, por lo que no se decepcionará y continuará con su descargue “literario” como ha hecho en los años transcurridos hasta el día en que este cuento fue finalizado, que es el 26 de Agosto del 2014 (fecha del cumpleaños de su hermosa madre Analía).

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Cuento por Joel Cavaleri. Arte por Joe Roberts.