10 dic 2015

#EspecialNavideño2015 - DÍA 11


Los regalos del día 11 del #EspecialNavideño2015 son la anterior fotografía y el siguiente cuento, a último momento quitado del especial del 2013. Con ustedes...

La sombra magnética

No puede haber razón alguna que justifique dejar a un chico solo en una plaza en una tarde fría y lluviosa, por más caprichos que él haya hecho por querer ir o más travesuras que haya cometido como para castigarlo. Pero sea cual haya sido el motivo por el cual él estaba solo, por lo menos le habían dejado un paraguas y lo habían abrigado con botas para el barro y un impermeable amarillento. El chico, intentando no mojarse demasiado, jugaba distraído en la hamaca, pareciendo inmóvil aunque en realidad se moviese un poco hacia adelante y hacia atrás. El agua no perdonaba a la arena, ni a las escaleras de los toboganes, ni a los engranes de la calesita, ni a las maderas de los subibajas, ni a los caminitos pavimentados de colores que comunicaban un juego con otro. 

Todo lloraba frío, todo se humedecía, todo a su alrededor reflejaba la luz gris del cielo, la maraña de nubes que ocultaba sol, y todo a su lado pareció por momentos triste, por momentos desolado, por momentos infinito. Y él se levantó cuando se hubiese cansado de mirar todo aquello, y caminó por los caminos hasta debajo del puentecito en el medio de la plaza que alguna vez permitió cruzar un estanque artificial que ya no existía. Cobijado de la lluvia, cerró su paraguas, y notó que había pasado un rato desde que había llegado allí, y que pasaría quizás otro rato para que lo encontrasen si seguía oscureciéndose. Entonces, calentándose las manitos con su aliento, el nene poco a poco fue cerrando los ojos, mecido por el ruido del caer de las gotas en la madera del puente, en el pasto que lo rodeaba y en los árboles que acompañaban aquí y allá la solitaria y olvidada plaza; y se durmió.

Para cuando hubo despertado, había salido un sol brillante, y aunque húmeda, la plaza volvió a verse hermosa y radiante de nuevo. Él salió de su escondite y de lo que feliz que estaba dejó su paraguas ahí olvidado. Caminando por los aún solitarios caminos de colores, el sol comenzó a proyectar por todos lados una copia monocromática de él en el piso bajo sus pies, y cuando se cansó de jugar esperando que lo encontrasen, se sentó en un banco y descansó. Su sombra, que lo había seguido todo ese camino, halló la oportunidad que buscaba, y se corrió de su estático lugar y se puso frente a su dueño, aún en el piso. El nene, quien se dio cuenta del hecho, observó el sol y luego la miró atento, preguntándose el porqué de su apresurado movimiento, si todo parecía haber permanecido igual.

Ella rompió con el mimetismo, y lo saludó con la mano, a lo que él respondió sorprendido, y luego sonriente e inocente, moviendo su mano de igual manera. Entonces, ella le preguntó tocándose su oreja si había escuchado algo, y el tras quedarse un momento prestando atención, abrió sus ojos emocionados y asintió, poniéndose de pie fugazmente tras hacerlo. La sombra le señaló la dirección por la cual creyó que el sonido venía, y ambos corrieron por ahí, dejando pasar los húmedos juegos, los árboles y el mundo detrás suyo, solo importando aquello que ambos eran capaces de ver a la distancia.

Poco a poco, su figura se hizo clara, su sonrisa iluminó más que el sol, y hasta una lágrima de felicidad cayendo por su ojo pareció hacer el mundo más hermoso que todas esas que las nubes habían dejado caer hacía momentos. Le pareció que era la única persona en el mundo aparte de él, aunque todo el pueblo pareció haber estado ahí para buscarlo, y corrió a sus brazos a la mayor velocidad que pudo, mientras que su sombra abrazaba a la de su madre al mismo tiempo.

— ¿Dónde estabas, hijito? ¡Te dije que te quedaras afuera del kiosco esperándome un segundo!

—La placita estaba cerca…quería venir a jugar, y cuando te fui a buscar ya te habías ido…—contestó él con su dulce vocecita.

— ¡No te vayas nunca solito y mucho menos sin avisarme, ¿me escuchaste?! —Lo reprendió seria, aunque no pudiendo mucho con su genio y volviendo a abrazarlo y mimarlo como si no hubiese hecho nada malo y hubiera sido víctima de algo terrible, siendo que en realidad había estado jugando muy tranquilo todo el tiempo. Luego de que el niño le respondiera con un abrazo que no se volvería a escapar, recordó lo que había sucedido hacía unos momentos y le gritó a su madre, tan fuerte que todos escucharon.

— ¡Mamá, mamá! ¡Me acordé de algo, tenés que verlo! ¡Mirá lo que puede hacer mi sombra! —Exclamó, alejándose un poco de ella para que su sombra pudiera extenderse por las baldosas y quedara bien definida. El chico movió un brazo, pero su doble en el suelo hizo lo mismo. Él saltó, caminó a un lado, al otro y volvió a saludar, pero la sombra lo seguía repitiendo todo como un espejo de un solo color. —No entiendo, mamá, mi sombra me apuntó y me trajo hasta acá, no sé por qué ya dejó de moverse solita.

—Bebote, las sombras no se mueven solas. Vení, vamos a buscar tu paraguas. —Le pidió ella, pero cuando tomó la mano de su hijo algo entristecido y lo comenzó a llevar hacia el puentecito, todas las personas tras ella, que la habían ayudado a buscar a su hijo, exclamaron algo, sorprendidos. “¡Miren, su sombra se mueve sola!” “¡Está cruzada de brazos y moviendo un pie y la señora no!” “¡Y ahora está negando con la cabeza, como si estuviera enojada!”. Y cuando la dueña original de la sombra se volteó para ver a que se referían, se pegó un susto al ver que todos tenían razón. La sombra se había quedado clavada dónde su dueña había estado hacía unos momentos y aguardaba por ella cruzada de brazos, claramente enojada.

— ¡Dios mío, ¿y esto?! —Se dijo la madre, y confirmándoselo, la sombra de su hijo dejó de imitarlo y ahora más entrada en confianza, corrió hacía su madre proyectada en el suelo y la abrazó. Pero ella a pesar de reconocerle el gesto, no desistió en su muestra de enojo y continuó golpeando el suelo con solo un pie y esperó a que su dueña se disculpara. A la mujer le costó un rato hacerse a la idea, pero finalmente entró en la cuenta de su error y se acercó a su sombra para arreglar el problema. —Bueno, señora, eh…señora sombra, perdóneme si la ofendí, ¡pero nunca había visto algo así! ¿Me disculpa por lo que dije? ¡Ahora que lo veo, mi hijo tenía razón!

— ¿Ves, mami? ¡Mirá, mi sombra me saluda! Yo sabía…—dijo el nenito del impermeable amarillo. La señora aflojó la postura e hizo un ademán que indicó que la perdonaba y que no podía ser culpa de ella, y la saludó hasta que su dueña le devolvió el saludo al instante.

— ¡Lo veo y no lo creo! Dígame algo, señora… ¿son todas las sombras capaces de moverse? —Inquiró, y como respuesta sucedió algo sorprendente y jamás visto en ningún lugar. Las sombras de todos los ciudadanos presentes se desprendieron de los cuerpos que las proyectaban y corrieron por el suelo hasta unirse a las de la mujer y su hijo, amontonándose tanto que se confundían entre sí. La gente primero se sorprendió, aunque todos al cabo de un momento encontraron la situación muy divertida y entretenida y comenzaron a aplaudir. 

Las sombras disfrutaron mucho del elogio y todas comenzaron a bailar al ritmo de la música que salía de la calesita de la plaza que había vuelto a funcionar terminada la lluvia, y alentados por ellas, los ciudadanos que habían sido dueños de las sombras se pusieron a bailar también. Se habían puesto todos en parejas, algunos hasta bailaban con sus propias sombras o las de otros, y desde ese día las sombras perdieron el pudor a no ser aceptadas por sus dueños y se desprendieron de ellos. Todas fueron libres de ir y venir lejos de las personas a las que habían copiado y ya no fueron sus eternas prisioneras, sino que fueron libres a partir de entonces y la vida en el pueblo fue mejor. Los días de sol muy fuerte, las sombras ayudaban a que la gente no se quemara o sufriera mucho del calor, y arropaban a los perros callejeros para que los pobrecitos estuvieran frescos. Y la gente les dio nombres a sus sombras, para que ellas pudieran ser verdaderamente reconocidas ante todos.



Al nene y su mamá se los recordó por siempre por haber sido quienes descubrieron el gran secreto, y todos alabaron la valentía de la primera sombra que se movió distinta de su dueño, el nene del impermeable amarillo, porque gracias a ella todas las de su clase habían encontrado la libertad y la felicidad. Todo gracias a esa sombra magnética que un buen día decidió ayudar a su pequeño amigo y a partir de entonces, se limitó a ser su amiga y no su reflejo; su compañera y no su espejo. Y todo a partir de entonces, fue mejor…

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