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Un diario de viaje,
la bitácora del horror,
el registro de la catástrofe de la guerra.
Pero la libertad de la Metrópolis lo amerita.
El secreto está en la Sabiduría,
esa que se halla detrás de las palabras de los Hermanos.
El cristal alumbra sus páginas,
las imágenes cobran vida,
y se escuchan sonidos satelitales:
Es la Canción de la Luna.
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Día 13
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LA MÁQUINA M
METRÓPOLIS (PARTE 2)
CAPÍTULO 4
CANCIÓN DE LA LUNA
El
siguiente es el único fragmento conocido de El Libro de la Sabiduría, un diario
que supuestamente documenta la vida temprana y hazañas del legendario trío de
guerreros conocidos sólo como Los Hermanos de la Sabiduría:
"...una
explosión de radiación tal que muchas sombras de la gente y sus objetos en sus
casas fueron grabadas en cualquier pared que estuviera todavía en pie después
de la detonación. Así, un retrato espeluznante de los residentes, y las
actividades que habían estado haciendo en el momento de la detonación, fue
preservado cuando muchas de las personas mismas fueron arrasadas. Recorrimos
estas ruinas por días en busca de los planos que el General estaba convencido
que se encontrarían en los escombros de un almacén en particular, pero no había
ninguna posibilidad para la supervivencia de incluso la más resguardada caja fuerte
o bóveda. Así, los esfuerzos del General para obtener una ventaja sobre su
enemigo destruyeron directamente su oportunidad para el éxito en esa empresa.
La
decisión del General de detonar la ojiva y nuestra subsecuente misión de sondar
entre la destrucción los planos que él buscaba, representó un cambio importante
en la forma en que nosotros tres considerábamos el propósito del conocimiento
humano y su relación con el conflicto. La ojiva del General se había dejado
caer sobre su enemigo con el objetivo de ponerle un fin al conflicto, pero la
detonación no hizo avances en ese sentido; los únicos finales que consiguió
fueron los de miles de vidas humanas. Después de ver semejante injusta
destrucción y pérdida grabadas en las ruinas de la ciudad, un gran desconcierto
se grabó en nuestras mentes y nuestras conciencias. Ya no pudimos estar de
acuerdo con el principio de utilizar el conocimiento científico para el avance
de los conflictos armados, sin importar qué tan eficientemente tal conocimiento
pretendiera acabar con la verdadera raíz del conflicto. Los conocimientos
empleados en el avance de las armas sólo pueden engendrar una mayor descarga
del fuego de la fuerza de oposición, sin importar qué tan prometedoras puedan
ser las probabilidades de hacer las paces.
Después
de tres días de buscar los planos en vano, nos encontramos acampando en la cima
de la estructura más alta aún en pie: una estación meteorológica en la cima de
una torre que ni una semana antes había sido la escuela científica de una
prestigiosa academia. Entre tablas ennegrecidas e instrumentos destrozados,
encontramos evidencia de que la academia había sido empleada para el desarrollo
de un dirigible no tripulado que podía impulsarse con grandes corrientes de
aire y distribuir gas venenoso disfrazado de nubes de lluvia inofensivas. Eso
significaba que ninguna de las partes del conflicto era el agresor o la
víctima; ambas estaban trabajando activamente para la destrucción de las
personas inocentes que ellos consideraban el enemigo. En los escombros de esa
estación meteorológica, los tres de nosotros hicimos un pacto: abandonar la
búsqueda del conocimiento en nombre de la guerra para defender la persecución
de la sabiduría, que identificamos como el medio para una firme y justa mente
humana; y para buscar las máquinas de guerra y cualquier conocimiento que
sirviera a este tipo de máquinas y, en lo posible, destruirlas.
Nuestro
pacto era triple y había tres de nosotros. Fue sólo la lógica que nos obligó a
adoptar el objeto de nuestro pacto en la forma de nuestros nombres. Renunciamos
a los nombres que se nos dieron a nosotros en nacimiento y nos convertimos en
los Hermanos de la Sabiduría, un medio para encarnar aún más la búsqueda a la
que ahora nos entregamos. Uno de nosotros se convirtió en Hábil Hermano, porque
él tiene más habilidades en la tecnología y el combate. El otro se convirtió en
el Querido Hermano, porque él es el más hábil de nosotros en la conciliación y
la paz. Yo me convertí en el Hermano Profundo, porque estoy más versado en la
palabra escrita, la retórica y las artes académicas, de ahí que el registro que
estás leyendo ahora sea de mi autoría. Juntos, como los Hermanos de la
Sabiduría, fuimos el triunvirato perfecto para una campaña en contra de la
tiranía militar y la defensa de la sabiduría y la justicia.
Nuestro
primer objetivo como nuestras personas recientemente descubiertas sería
renunciar nosotros mismos a la institución militar en la que fuimos empleados,
preferentemente de forma que se rompiera o al menos alterara radicalmente la
funcionalidad militar de la empresa. Diseñamos un plan para confiscar las
ojivas restantes en posesión del General y volverlos obsoletos, pero nuestro
primer intento de llevar a cabo este plan fue frustrado por..."
Con
esto concluye el único pasaje conocido de El Libro de la Sabiduría,
recientemente descubierto por los archiveros que ahora trabajan para restaurar
la biblioteca de la Facultad de la Traducción Ingeniosa, una academia en la
Metrópolis que albergaba una gran colección de textos filosóficos y científicos
de todo el universo, incluyendo una de las únicas copias conocidas de El Libro
de la Sabiduría. La Facultad de la Traducción Ingeniosa fue arrasada por las
autoridades de la Metrópolis sólo unos pocos años después de su fundación, y
muy poco prevalece de los libros y registros que se mantuvieron allí.
SIGUE LEYENDO, QUERIDO HERMANO.
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