13 dic 2015

#EspecialNavideño2015 - DÍA 13





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Un diario de viaje,
la bitácora del horror,
el registro de la catástrofe de la guerra.
Pero la libertad de la Metrópolis lo amerita.
El secreto está en la Sabiduría,
esa que se halla detrás de las palabras de los Hermanos.
El cristal alumbra sus páginas,
las imágenes cobran vida,
y se escuchan sonidos satelitales:
Es la Canción de la Luna.

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Día 13

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LA MÁQUINA M

METRÓPOLIS (PARTE 2)

CAPÍTULO 4

CANCIÓN DE LA LUNA


      El siguiente es el único fragmento conocido de El Libro de la Sabiduría, un diario que supuestamente documenta la vida temprana y hazañas del legendario trío de guerreros conocidos sólo como Los Hermanos de la Sabiduría:

      "...una explosión de radiación tal que muchas sombras de la gente y sus objetos en sus casas fueron grabadas en cualquier pared que estuviera todavía en pie después de la detonación. Así, un retrato espeluznante de los residentes, y las actividades que habían estado haciendo en el momento de la detonación, fue preservado cuando muchas de las personas mismas fueron arrasadas. Recorrimos estas ruinas por días en busca de los planos que el General estaba convencido que se encontrarían en los escombros de un almacén en particular, pero no había ninguna posibilidad para la supervivencia de incluso la más resguardada caja fuerte o bóveda. Así, los esfuerzos del General para obtener una ventaja sobre su enemigo destruyeron directamente su oportunidad para el éxito en esa empresa.

      La decisión del General de detonar la ojiva y nuestra subsecuente misión de sondar entre la destrucción los planos que él buscaba, representó un cambio importante en la forma en que nosotros tres considerábamos el propósito del conocimiento humano y su relación con el conflicto. La ojiva del General se había dejado caer sobre su enemigo con el objetivo de ponerle un fin al conflicto, pero la detonación no hizo avances en ese sentido; los únicos finales que consiguió fueron los de miles de vidas humanas. Después de ver semejante injusta destrucción y pérdida grabadas en las ruinas de la ciudad, un gran desconcierto se grabó en nuestras mentes y nuestras conciencias. Ya no pudimos estar de acuerdo con el principio de utilizar el conocimiento científico para el avance de los conflictos armados, sin importar qué tan eficientemente tal conocimiento pretendiera acabar con la verdadera raíz del conflicto. Los conocimientos empleados en el avance de las armas sólo pueden engendrar una mayor descarga del fuego de la fuerza de oposición, sin importar qué tan prometedoras puedan ser las probabilidades de hacer las paces.
     
      Después de tres días de buscar los planos en vano, nos encontramos acampando en la cima de la estructura más alta aún en pie: una estación meteorológica en la cima de una torre que ni una semana antes había sido la escuela científica de una prestigiosa academia. Entre tablas ennegrecidas e instrumentos destrozados, encontramos evidencia de que la academia había sido empleada para el desarrollo de un dirigible no tripulado que podía impulsarse con grandes corrientes de aire y distribuir gas venenoso disfrazado de nubes de lluvia inofensivas. Eso significaba que ninguna de las partes del conflicto era el agresor o la víctima; ambas estaban trabajando activamente para la destrucción de las personas inocentes que ellos consideraban el enemigo. En los escombros de esa estación meteorológica, los tres de nosotros hicimos un pacto: abandonar la búsqueda del conocimiento en nombre de la guerra para defender la persecución de la sabiduría, que identificamos como el medio para una firme y justa mente humana; y para buscar las máquinas de guerra y cualquier conocimiento que sirviera a este tipo de máquinas y, en lo posible, destruirlas.

      Nuestro pacto era triple y había tres de nosotros. Fue sólo la lógica que nos obligó a adoptar el objeto de nuestro pacto en la forma de nuestros nombres. Renunciamos a los nombres que se nos dieron a nosotros en nacimiento y nos convertimos en los Hermanos de la Sabiduría, un medio para encarnar aún más la búsqueda a la que ahora nos entregamos. Uno de nosotros se convirtió en Hábil Hermano, porque él tiene más habilidades en la tecnología y el combate. El otro se convirtió en el Querido Hermano, porque él es el más hábil de nosotros en la conciliación y la paz. Yo me convertí en el Hermano Profundo, porque estoy más versado en la palabra escrita, la retórica y las artes académicas, de ahí que el registro que estás leyendo ahora sea de mi autoría. Juntos, como los Hermanos de la Sabiduría, fuimos el triunvirato perfecto para una campaña en contra de la tiranía militar y la defensa de la sabiduría y la justicia.

      Nuestro primer objetivo como nuestras personas recientemente descubiertas sería renunciar nosotros mismos a la institución militar en la que fuimos empleados, preferentemente de forma que se rompiera o al menos alterara radicalmente la funcionalidad militar de la empresa. Diseñamos un plan para confiscar las ojivas restantes en posesión del General y volverlos obsoletos, pero nuestro primer intento de llevar a cabo este plan fue frustrado por..."

      Con esto concluye el único pasaje conocido de El Libro de la Sabiduría, recientemente descubierto por los archiveros que ahora trabajan para restaurar la biblioteca de la Facultad de la Traducción Ingeniosa, una academia en la Metrópolis que albergaba una gran colección de textos filosóficos y científicos de todo el universo, incluyendo una de las únicas copias conocidas de El Libro de la Sabiduría. La Facultad de la Traducción Ingeniosa fue arrasada por las autoridades de la Metrópolis sólo unos pocos años después de su fundación, y muy poco prevalece de los libros y registros que se mantuvieron allí.

SIGUE LEYENDO, QUERIDO HERMANO.

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