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Sobremanipulado día y noche,
avasallado por los delirios humanos,
controlado por los defectos mundanos,
es llevado a revelarse contra lo que lo oprime.
Su espíritu luchará valiente contra lo que se le presente
y si no logra interrumpir el estado de hipersueño
intentará acabar con La Hiperpesadilla.
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DÍA 24
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LA HIPERPESADILLA - LA BITÁCORA ESPACIAL
EPISODIO VI
Pasó una semana desde mi última
entrada. No era la cantidad de tiempo que tenía pensado dejar pasar antes de
una nueva, pero ocurrió algo por lo que me moría por escribir. Los mandamases
nos mandaron una pequeña visita. Extraterrestres. Sí, yo pensé lo mismo.
Horribles, verdes, cabezones…pero no, no eran así. Nos dijeron que ese era un
mal estereotipo de películas de Hollywood, y que no había que prejuzgar a
quienes serían nuestros huéspedes por el tiempo que fuere. Me pareció un
experimento bastante peculiar, a decir verdad. Muy interesante, y que captó mi
atención más que la mayoría de los entretenimientos insulsos con los que nos
habían alimentado hasta entonces. Me predispuse a lo que creí sería una jornada
para no olvidar, pero admito que tenía algo de miedo. Era obvio que no iban a
intentar hacernos nada, y que estábamos a salvo (o sea, tan a salvo como se
puede estar cuando se está a total merced de semejante grupo de psicópatas),
por lo que intenté tranquilizarme. Ese día nos pusieron a todos en una
habitación especial, nos mostraron imágenes de la raza que íbamos a recibir, y
nos hicieron aguardar a su llegada. Hubo una interesante cantidad de ridículos
funcionarios ese día. Era obvio: nos querían hacer sentir tranquilos.
Llegué a estarlo, para ser sincero.
Éramos unos cuantos humanos allí y ellos no iban a ser muchos. Me sentía como
un periodista a punto de participar de una conferencia de prensa; como si la
raza humana sobreviviente y despierta (porque básicamente, éramos todos los que
estábamos allí representantes del homo
sapiens) le fuera a hacer una entrevista a los vecinos intergalácticos. Los
mandamases sacaron las banderas de la inclusión, la tolerancia, el respeto y
toda esa mierda que no supieron tener para los propios hermanos y hermanas en
la Tierra. Se notaba tanto que nos querían lavar el cerebro con eso también que
hasta la sensación de ser manipulado me tranquilizó. Me sentí como si fuera
solo otro día más en la nave almacén. Y lo era, sólo que nos iban a visitar
extraterrestres. Pan comido.
Aún así, cuando aparecieron se me
renovó un poco el pavor. Era lógico, y no lo pude evitar, por más que nos
hubieran mostrado imágenes de ellos, su método de vida, su planeta, su arquitectura,
su cultura, y todo lo referido a ellos. Les faltó enseñarnos a hablar su
idioma, nada más, y ya se habían encargado de tener unos cuantos traductores.
Yo estaba lejos de la puerta por la que entraron, razón de más para
tranquilizarme. Su piel era traslúcida, brillante. Eran altos, esbeltos, y
gracias a Dios que tenían puesta ropa. Fueron armoniosos, casi celestiales. Si
no hubiera sabido que caminaban, hubiese jurado que se dedicaban a flotar a
centímetros del suelo. No producían sonido más que al hablar, y aún así lo
hacían de manera angelical. ¿Qué querían que pensáramos, que eran mensajeros
del señor? ¿Era eso una especie de enseñanza cristiana o religiosa por un
método poco ortodoxo? No lo sé. La cuestión fue que hablaron pausado acerca de
la paz entre su raza y la nuestra, el comienzo de una relación que esperaban
que durara toda la eternidad o al menos los años venideros, y una nueva era
para la humanidad y para la historia del universo al unirse nuestra raza a la
de todos los demás. Aparentemente estaban bien organizados. Qué manía tienen
todos por el control. Sentí que me querían decir que me controlarían hasta el
día en que muriera. Hablé con mi grupo y sintieron lo mismo, pensaron lo mismo
que yo y hasta un par de cosas más.
Su visita no duró demasiado. Pueden
haber sido pacíficos y todo lo que quieras, pero me alegré de que se hubieran
ido. No hubiese podido agregar su imagen deambulando por los pasillos y
agarrándome del cuello a mis pesadillas habituales. Hubiese estado bravo dormir
con ellos en la habitación de al lado. Imaginé que nuestros mandamases estarían
en ese momento tildando a la misión como cumplida. Por lo que mí respecta, solo
fue una prueba más.
Otro más de sus juegos. Siempre lo
supe, y nunca lo dudaré.
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