Me alegra venir hoy, a pesar del día algo nublado que hace, para poder compartir con ustedes un momento de lectura y espero que de entretenimiento también, al traerles, como había prometido, un fragmento de un nuevo proyecto que he comenzado para "La Metrópolis Ingrávida y Otros Relatos". Éste se llama "La Ciudad Gris", de la cual tengo más de 5500 palabras escritas y pensaba seguir un tanto más, por lo que deben saber que hay más de dónde salió este fragmento de apenas 1600 palabras. Trata de, como se irán dando cuenta, un viajero en el tiempo que cae misteriosamente en un futuro muy lejano, muy ajeno, en donde la humanidad es esclavizada y hay un grupo de rebeldes con los que chocará y aliará con los cuáles deberá intentar por todos los medios posibles de sobrevivir y seguir luchando contra las fuerzas que tienen de marionetas a la población humana de la Tierra. ¿Lograrán hacerlo?
He aquí la primera parte de lo que llamé "El Arribo", un primer capítulo de esta historia. Disfruten :)
LA CIUDAD GRIS - CAPÍTULO I - EL ARRIBO (PT. 1)
¿Qué tan a menudo viajamos a un
tiempo distante, lejos en el futuro, y nos encontramos con que las cosas no han
cambiado demasiado? Uno debe ir hacia una fecha o muy cercana…o muy lejana para
encontrarse tal escenario. En este caso, el joven viajero eligió una época algo
conflictiva y difícil para visitar, aunque ¿quiénes somos para decidir que
nuestro presente es el mejor tiempo para vivir?
En fin, “la Ciudad Gris” en la
que cayó varado por un capricho del destino era justamente eso: una metrópolis
colorada en su totalidad entre los matices más monótonos y aburridos entre el
blanco y el negro. Ese color era extremadamente cansador, agobiante…casi que
hería los ojos de solo verlo. Pero a la gente que vivía allí no les pareció lo
mismo, o al menos él así pudo observar. Todos caminaban iguales, de la misma
forma y al mismo tiempo, y a nadie le parecía importar el hecho de que él, el
único habitante en esa gran manzana del centro, fuese el único que no caminaba
como los demás, ni respiraba al mismo tiempo que los demás, ni encajaba en ese
mundo, en ese tiempo tan ajeno a él. Nadie siquiera pareció notar que hubiese
aparecido en el medio de un oscuro callejón, aunque con la poca visibilidad que
había debido a la niebla era extraño que pudiesen ver por dónde ir, menos
verían su escandalosa entrada o oirían sus estrepitosas exclamaciones de
asombro y locura con la música tan alta.
Por parlantes quizá ubicados en
las azoteas de los edificios, sonaban ruidos. Él no pudo especificar que fueran
necesariamente melodiosos, aunque seguían un ritmo y una composición
premeditada, según pudo notar. La “música” no le fue de lo más placentera, pero
para todos los habitantes al parecer sí, porque nadie se quejaba, nadie hablaba
con nadie de lo fuerte que sonaba, ni les aparentaba molestar que fuese
ruidosa, escandalosa, ajena y extraña pero a la vez…adictiva. Él aprendió
durante su estadía a no hacerle caso, y hasta se descubrió por unos momentos moviendo
su pie al ritmo de ella…y hasta pudo descubrir cuando volvió que era un género
musical que ya existía en su presente, en nuestro presente, pero que tenía muy
poca popularidad y se caracteriza por ser muy “underground” o de al menos haber
sido así en sus inicios…aunque aún no debemos llegar a esa parte, lo siento,
déjenme introducirme más en lo que sucedió cuando apenas él llegó. Cuando hubo
caminado conmocionado hasta la calle y habiendo visto a todas las personas de
la “Ciudad Gris” andando por las veredas a la misma velocidad, trasladando sus
extraños vehículos voladores por encima de su cabeza mientras allá, metros más
arriba, se perdían con la neblina, él dio lugar a su mente para que procesara
la situación.
El viajero, tras un largo rato de
estudiar todo a su lugar y no encontrar nada más que monotonía, gente que
vestía el mismo color y los trajes exactamente iguales, finalmente se dio por
vencido y decidió, para no llamar la atención, hacer lo mismo que todos los
demás, ser parte de la masa, convertirse en nadie aunque fuese por un momento.
Se paró junto a otro humano de accionar robótico y caminó junto a él sobre la
acera por un largo tramo, sin separársele. Intentando mantener hasta la mirada
fija como ellos también hacían, mantuvo su cabeza derecha y espió con sus ojos
todo lo que sucedía a su alrededor. Al poco tiempo comenzó a caer en la cuenta
del frío que hacía…seguramente la conmoción no lo había hecho fijarse en ese
detalle, pero tras unos minutos no pudo evitar la necesidad urgente de frotarse
sus brazos desnudos e intentar de respirar entre sus manos para que el aire que
ingresase a sus pulmones no estuviese tan helado.
Al llegar a una esquina, quizás la tercera o cuarta que recorría, se fijó particularmente en un reloj gigante que colgaba desde algún lugar que no alcanzaba a ver debido a la densa nube blanca de humedad que abrazaba la ciudad. En un movimiento que lo sorprendió mucho, el humano a su lado miró el aparatito de su muñeca y comparó los dígitos blancos con su reproducción exacta en miniatura de los que tenía en su reloj de pulsera, y como si el solo gesto no lo hubiese destacado por ser el primero que el viajero veía en ese mundo haciendo algo distinto que el resto…
Al llegar a una esquina, quizás la tercera o cuarta que recorría, se fijó particularmente en un reloj gigante que colgaba desde algún lugar que no alcanzaba a ver debido a la densa nube blanca de humedad que abrazaba la ciudad. En un movimiento que lo sorprendió mucho, el humano a su lado miró el aparatito de su muñeca y comparó los dígitos blancos con su reproducción exacta en miniatura de los que tenía en su reloj de pulsera, y como si el solo gesto no lo hubiese destacado por ser el primero que el viajero veía en ese mundo haciendo algo distinto que el resto…
—Falta poco—se acercó para
susurrarle. El otro se sobresaltó y lo miró con los ojos bien abiertos, a lo
que su compañero solo le dijo—No hagas mucho escándalo, te van a oír…solo sigue
caminando—terminó, haciendo que el viajero obedeciera. Los dos, siempre con el
mismo grupo de gente detrás y delante, marcharon un largo trecho sin decir una
palabra, aunque había uno que moría por hacerle preguntas y otros que morían
por contestarle…pero ninguno podía.
—Dile a Dirección que se apresure
y nos lleve a la base, llegó otro recluta…—se acercó el compañero del viajero
al que tenía en frente para pasarle ese mensaje y que llegara hasta el que
dirigía la tropa. En seguida, un grupo de diez personas dobló en una dirección
contraria a la que todas las personas siguieron caminando, y todos ellos
apretaron el paso. — ¡Quedan solo unos minutos, debemos actuar ahora o
comenzará la música! —susurró, y comenzaron a escucharse otras voces pasando el
mensaje.
Al cabo de unos segundos, el
líder miró a un costado, luego al otro, luego atrás, luego adelante, y dijo muy
silenciosamente algo para quien tenía en su espalda, y el mensaje comenzó a
pasarse hasta el del reloj. Finalmente, el último mensajero habló: —Hoy hay más
vigilancia, no podremos ir a la base, tenemos que esperar en la casa de un
aliado hasta que se vayan los Recolectores. Dile a Comunicación que hable con
el Ocultista y pida permiso—y el viajero, absorto entre códigos y mensajes
inentendibles, vio como quien estaba a su derecha le pasó el mensaje con un
final distinto.
— Hoy hay más vigilancia, no podremos ir a la base, tenemos que esperar en la casa de un aliado hasta que se vayan los Recolectores. Dice Dirección que hables con el Ocultista y pidas permiso.
— Hoy hay más vigilancia, no podremos ir a la base, tenemos que esperar en la casa de un aliado hasta que se vayan los Recolectores. Dice Dirección que hables con el Ocultista y pidas permiso.
Y él obedeció. Mientras alguna
voz detrás de él hablaba por un pequeño aparato y alguien le respondía de igual
manera, con susurros, el viajero miró alrededor buscando qué era “la
vigilancia” o “los recolectores”, pero con sus ojos solo encontró calles cada
vez menos habitadas, pues el líder los estaba alejando del centro, y más grupos
de personas como ellos yendo de un lado a otro. Él suyo parecía ser el grupo
más pequeño de apenas once integrantes, con uno de mayor rango que dirigía a
los demás, y cinco parejas más, de las cuales él era el que estaba a la
izquierda de la penúltima dupla. Era, además, según fue entendiendo conforme
fue obteniendo información, el único grupo que ofrecía resistencia a “la música”,
que aparentemente era un método hipnótico-controlador que utilizaban los
mandamases de “los recolectores”.
A su lado, el joven de cabello
corto y oscuro y ojos claros, miró su reloj y casi grita: la hora estaba a un
paso de llegar…pronto los nuevos caerían en “el sueño” antes de que se los
pudiera salvar. Es por eso que cuando él reveló lo poco que faltaba, todos
comenzaron a correr, vigilando las esquinas antes de atravesarlas a paso fugaz,
mientras cada vez se oía menos tumulto y la niebla de disolvía con timidez.
Corrieron a trote veloz unas cuantas cuadras hasta que llegaron a una fábrica,
por lo que parecía, o quizás un edificio abandonado y rompieron filas. Todos
comenzaron a sonarse los huesos, a mover el cuello y tronarse los dedos, a alongar
músculos y estirarse, mientras que uno de ellos golpeaba un vidrio y aguardaba
impaciente, moviéndose, mirando hacia todos lados, la aceptación de la
contraseña que había dado.
Cuando les permitieron el acceso,
el viajero y sus diez acompañantes se metieron como balas en el interior del
oscuro y frío edificio. No se veía nada, y había olor a humedad y a polvo por
todas partes. Quien les atendió, sin embargo, el llamado “Ocultista”, los guió
inmediatamente escaleras abajo a un sótano más acogedor y más iluminado. En
éste habían dos personas más, uno avivando el fuego y otro espiando por una
especie de telescopio submarino lo que ocurría en el exterior.
—Pasen, rápido—dijo el Ocultista, un hombre entrado en edad, de cabello canoso, anteojos redondos y barriga prominente. —Pónganse cómodos… ¿quieren café? —preguntó, sirviendo con el que avivaba el fuego el caliente elixir en tazas que pronto reconfortó a todos, incluyendo al viajero, los calmó y los dejó tranquilos, como si hubiesen bebido paz líquida o una poción revitalizante.
—Pasen, rápido—dijo el Ocultista, un hombre entrado en edad, de cabello canoso, anteojos redondos y barriga prominente. —Pónganse cómodos… ¿quieren café? —preguntó, sirviendo con el que avivaba el fuego el caliente elixir en tazas que pronto reconfortó a todos, incluyendo al viajero, los calmó y los dejó tranquilos, como si hubiesen bebido paz líquida o una poción revitalizante.
—Así que tenemos un nuevo
recluta, ¿no es así? Ya era hora que apareciera uno por nuestra zona, que
suerte tuviste, muchacho, de aparecer justo por donde el pelotón 35
merodeaba…no quiero ni imaginar lo que te hubiesen hecho si te encontraban…
¿cómo te llamas, hijo?
—Walter—respondió el viajero, tomando otro sorbo de café— ¿qué es todo esto, alguno me va a explicar…? No entiendo nada…
—Walter—respondió el viajero, tomando otro sorbo de café— ¿qué es todo esto, alguno me va a explicar…? No entiendo nada…
—Claro que sí, querido, pero
debes tomártelo con calma porque sabemos que será demasiada información para
que digieras sin masticarla primero. Toma tu tiempo, con tus pausas, con tus
preguntas y nosotros responderemos todo lo que necesites saber
—Bueno…primero lo primero. ¿Dónde estoy? ¿Qué
fecha es hoy? …¿Qué…qué es todo este lugar?—Estás en… “la Ciudad Gris”...
(Continuará...)
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