22 dic 2013

NAVIDADES CON LOS EXPLORADORES DEL TIEMPO - DÍA 22

¡Que próximas estan las fiestas!

Hoy ya es 22 de diciembre, ¡y quién diría que pasaría tanto tiempo y tan rápido! Para estas fechas yo ya estaría escribiendo y, si mal no recuerdo, hasta empezando a publicar las primeras páginas de El Artefacto Foráneo, un proyecto que quería terminar antes de el inicio de clases este año, en Marzo, y que aunque no conseguí hacerlo, si lo continué hasta el día de hoy. Si uno se pone a pensar, habrá pasado un año pero la cantidad de tiempo escribiendo no fue esa, sino, como mucho, de seis a ocho meses aproximadamente, ¡y ya tengo la mitad del libro escrito! Que placer :)

En fin, ya habrá tiempo para dedicar unas palabras emotivas sobre todo lo ocurrido en el año, el tiempo transcurrido y lo que aún nos queda por recorrer. Ahora, debemos ir a lo que nos corresponde. El regalo de hoy es muy, muy especial, debido a que estuvo a punto no quedar en este especial navideño. De hecho, resulta que yo no tenía la menor intención de incluirlo, y lo había dejado listo en caso de que surgiera la necesidad y tuviera que publicarlo como último recurso. Bueno, no me ha quedado de otra.

Resulta que en vez de una de las imágenes promocionales y el regalo del día de hoy, iban a haber dos cuentos más que confiaba en que lograría terminar, pero a pesar de que los hubiese completado, no puedo decir que hubiesen sido aptos de publicarse. La cuestión es que, finalmente, me veo obligado pero no apenado de presentar el regalo del día de hoy. Hubiese preferido publicarlo en otro momento más propenso para la ocasión, pero aún así, los dejo con...

AVENTURAS EN EL ESPACIO SIDERAL
EPISODIO I
Es una larga Historia

(click en la foto para agrandar) (para más información visitar "La Historia del Trotamundos")

— ¡Bueno, por fin nos han dejado ir! —dijo Víctor, el Trotamundos, luego de que los retuvieran una hora y media en los controles de seguridad del Sistema Hazorathiano para poder partir lejos de él. Él y Liz iban rumbo a la galaxia natal de la última, una que se encontraba a diez días de allí viajando en esa nave espacial familiar, en la que apenas entraban ellos dos y sus maletas. El Trotamundos, quien usaba un nombre falso frente a la chica que recién acababa de conocer, había dado con ella luego de una larga búsqueda iniciada hacía mucho tiempo, cuando un día, mientras él estudiaba una carrera a distancia, se le apareció un ente misterioso con un objeto peculiar, una resplandeciente pulsera con incrustaciones, y le había dicho que encontraría su razón de existir y destino cuando diera con el dueño de esa pieza de joyería. Él, quien no había creído mucho en sus palabras pero tenía el deseo de aventura quemando en su vientre, le hizo caso y había salido de viaje, abandonando su vida en su planeta y a sus padres, y había vivido muchas aventuras para poder encontrar por fin, según habían descubierto, a la portadora de la pulsera, la madre de Liz. Ella, mesera de un bar de la luna más peligrosa y albergadora de delincuentes de toda la galaxia, le había dicho que su madre había muerto hacía diez años, y su padre hacía solo dos, por lo que desconocía qué podría significar esa pulsera y porqué justamente la única foto que aún conservaba de ella la mostraba luciéndola en su muñeca, pero ya que hacía tres semanas que no hablaba con su tía y hermanos en su tierra natal, decidieron ambos que podrían ir a visitarlos y buscar allí algo que respondiera sus preguntas.



— ¡Ni hablar! ¡Un rato más y nos preguntaban cuánto calzábamos! ¡Que entrometidos! —le contestó ella, de cabello corto y ojos claros y chispeantes, revoleándolos cuando se ponía a pensar de qué tanto les podía haber servido averiguar a los agentes de seguridad de la galaxia todo lo que les habían preguntado y obligado a responder antes de salir del sistema

—Bueno, oí que hay un asesino prófugo en la galaxia y que se cree que está en Hazorath. Seguramente no tomarían todas esas medidas si no fuera necesario…deben estar desconfiando de cualquiera, y no me sorprendería si decidieran poner rastreadores en todas las naves por si acaso—agregó él, haciendo que ella se sorprendiera un poco y abriera grandes sus ojos—Pero no hay porqué alterarse, Liz, ninguno de los dos somos ningunos asesinos ni prófugos de la ley, así que cuando encuentren al responsable nos dejarán de rastrear, estoy seguro—la calmó

—Ah…bueno entonces me quedo más tranquila entonces…—respondió, respirando hondo—Así que…¿cuánto dices que tardaremos en llegar a esta velocidad? En el transporte intergaláctico tardaba apenas unas horas, pero era mucho más caro que ir en nave…

—Pues creería que unos diez días, quizás menos. Es un largo viaje el que tenemos por delante, pero bueno…tenía pensando que nos detendríamos para desayunar, almorzar y cenar, pero si quizás compramos cosas y las calentamos en el microondas y las comemos aquí, probablemente no necesitemos detenernos tantas veces y lleguemos antes. Podríamos ahorrarnos mucho tiempo también si no nos detenemos a pasar la noche en algún lugar y si durmiéramos aquí dentro y dejáramos a la nave en piloto automático. Hasta llegaríamos dos o tres días antes haciendo eso…

—Vaya…sí que nos aburriremos aquí dentro viajando tanto—comentó ella, viendo lo pequeño que era dentro de la nave. Era más grande que un automóvil, pero no lo demasiado. Tenía un baño en el fondo, y había espacio para pararse y estirar las piernas, pero no para caminar mucho que digamos, ya que el equipaje de ella y las pertenencias de él ocupaban mucho espacio. De hecho, Victor usaba esa nave como casa rodante, así que había un sillón individual y cómodo al lado de una pequeña estantería cerrada con puertas de vidrio, que dejaban ver una pequeña colección de al menos cincuenta libros protegidos de algún movimiento brusco que podría ser producido durante la navegación. Había un mueble con ropa, que con solo verlo te podías dar cuenta de lo muy abarrotado que debía estar, y una lavadora y secadora de ropa, todo incluido, con un microondas encima, y un televisor a un lado, que a pesar de sonar desordenado se veía bastante bien. Apretado, pequeño, y un poco claustrofóbico, pero bien. —Aunque la vista es muy hermosa desde aquí…sin duda—dijo, para no hacer sentir mal a su chofer y nuevo compañero, aunque no mentía. Los amplios ventanales frente al centro de mandos daban una espectacular vista del Sistema Hazorathiano en su apogeo. Éste comprendía seis planetas, tres interiores y tres exteriores, y solo cuatro de ellos con satélites naturales o lunas, y en orden desde el más cercano al sol hasta el más lejano, se llamaban: Grommat (uno pequeño y que parecía desde la nave que era color dorado), Vyltricx (de color grisáceo y con un sistema propio de anillos), Hazorath (el más grande, conocido e importante de todos, de tonos verdes y que le daba nombre al sistema y tenía sus dos famosas lunas, Pheth y Ceoz, la última siendo desde dónde habían partido hacía minutos), Zeyrox 9 (el segundo planeta más grande, con anillos asombrosos, tierras violáceas y cuatro grandes lunas), Ygüratt (con una única luna azul, y un clima frío e inhóspito) y Meentreon (el último planeta, con tres satélites de distintos tonos de naranja flotando a su alrededor, presentando los mismo colores en sus superficies que el cuerpo sobre el cual orbitaban).

—Lo es, ¿verdad? Visité cada uno de esos planetas durante mi estadía en este sistema…y estaba por largarme de aquí cuando decidí visitar el último lugar que me quedaba… ¿Qué hubiese sido de mí si no hubiese ido a Ceoz, no? —comentó él, mientras ella lo miraba incrédula

—Si solo te quedaba Ceoz, eso significa que… ¿visitaste cada luna de cada planeta de este sistema? —inquirió Liz, mirando todos los lugares e imaginando lo mucho que desconocía de ellos

—Bueno, pues si vamos a pasar tanto tiempo aquí y no quieres aburrirte, podría contarte un poco de cómo llegué hasta aquí y lo que me ocurrió estando en este sistema…si es que lo quieres saber. Digo, es una larga historia pero…

— ¡Me encantaría, sí, cuéntamela! Pero comienza por el principio…—pidió ella, realmente emocionada—No tengo otra cosa que hacer, de todos modos

—Si así quieres—le contestó sonriendo—Bueno…supongo que el principio sería que yo vivía en Sírope, un planeta en el cuadrante Omega 4, lejos del sistema hazorathiano. Como te mencioné, a mí desde pequeño me había gustado mucho el trabajo de piloto de mi padre y yo quería ser cómo él, y tenía la idea fija en que eso era lo que quería hacer de grande. Él me había llevado de vacaciones, los dos solos a muchos lugares, y me había enseñado a conducir, pero para trabajar de ello necesitaba una licencia, así que comencé a rendir la parte teórica en un curso a distancia cuando terminé la escuela. No tenía que estudiar la gran cosa, pero aún así tenía que hacerlo, así que dedicaba todo mi tiempo a ello. Vivíamos solos con mi papá…y él trabajaba mucho así que yo solía tener niñeras, pero cuando fui lo suficientemente grande él dejó de llamarlas. Es por eso que me sorprendió escuchar un ruido en la casa. Se suponía que estaba solo, y nadie tenía por qué estar husmeando allí, en el piso de abajo. Vivíamos lejos de la capital, a las afueras de una ciudad pequeña, pero mi papá siempre tenía trabajo en ciudades grandes, un par de veces lo habían llamado de planetas vecinos, él volaba como los mejores…

— ¿Él…volaba? ¿Qué no…no vuela más? —preguntó ella, el otro entendiendo cual era la pregunta que en serio había querido formular.

—Ya te contaré todo a su tiempo…pero bueno, como te decía, él en ese tiempo estaría volando muy lejos de mi casa, y no teníamos vecinos a varios kilómetros a la redonda, pero mi padre confiaba en que si necesitaba algo yo era capaz de ir en la pequeña nave que me había construido por haber terminado mis estudios hasta la ciudad sin problemas. No esperaba a nadie, mis amigos de la escuela venían a menudo ya que allí era más tranquilo, pero no esperaba visitas esa tarde…y aún así, la visita llegó. Se presentó ante mí como un ángel, vestida con una túnica blanca, resplandeciendo luz. Creí que era un fantasma, una criatura de otro planeta, y aunque me impresionó y me sobresalté, no sentí miedo, sino que me enmudecí ante su presencia. Era una hermosa mujer, de largos cabellos, ojos cariñosos, voz calma, y ella me dijo: ”Víctor…tienes una vida esperándote fuera de este mundo, una aventura que llama, y aclama por ti. Tu sueño es convertirte en un piloto, seguir los pasos de tu padre, y te aseguro que tendrás tiempo de hacerlo, pero debes marcharte cuanto antes de aquí. Una misión se te ha sido asignada, y solo en el camino encontrarás no solo la oportunidad de cumplir tu sueño, sino además, las respuestas a las preguntas que han estado siempre en tu vida, a aquellas cosas que te dejan despierto por las noches. Tu destino…es embarcarte en esta aventura”. Quizás no hayan sido esas las exactas palabras, -y no lo eran; o por lo menos la primera, su nombre, ciertamente no lo era-, pero fue algo como ello. Luego me dijo que para empezar, lo que debía motivar mi búsqueda y guiar mi viaje era encontrar al dueño de esta pulsera—agrega, señalando la que la chica a su lado dejaba colgar, brillante, de su muñeca—y…bueno, se desvaneció tan rápido como vino.

— ¿Así como así? —le respondió Liz, mirándolo incrédula. Estaban ahora dejando el sistema Hazorathiano, comenzando a ver diminutos a los planetas más lejanos, y pequeños a los últimos. — ¿Y qué hiciste? ¿Le creíste, abandonaste todo por esa vaga esperanza, por algo que podría haber sido una alucinación, un desvarío, y solo te fuiste? 

—Bueno, decidí irme. No estuviste ahí, la forma en la que me lo dijo, en que apareció…lo sentí real, lo sentí urgente, y supe en mi corazón que ella estaba en lo correcto y que debía hacer todo lo que ella me dijera. Nunca me pasó algo por estilo, nunca me sentí así de obligado a obedecer a alguien, ni siquiera a mi papá, pero…no lo sé. Le mentí a papá, porque no me hubiese creído que quería dejar los estudios para la licencia de piloto, ya que era lo que siempre quise y le dije que me iría a pasar un fin de semana con mis amigos pero en la ciudad. No sospechó que me llevaba más ropa de la necesaria ni que ni siquiera les había avisado nada a mis amigos…

—Pero…¿cómo pudiste? Me refiero a que, hay que tener coraje para irte solo en un viaje así.

—Bueno…no digo que soy el más corajudo de todos, pero…también influye que tuve mucha, mucha suerte, y ayuda de muchas personas. Si no fuera por todas ellas, no habría sobrevivido a todos los contratiempos que tuve.

— ¿Te pasaron muchas cosas en tus viajes? —le preguntó con los ojos centellantes, ella tan llena de curiosidad por todo lo que ese personaje tendría para contarle.

— ¡Muchísimos! ¡Esperemos que me alcancen los días para contarte todo! —le contesta él, sonriente, alegre de tener alguien que la escuche, y lo más importante, por fin alguien que realmente lo acercaría más que nunca a descubrir aquello que tan lejos lo había traído y tantas cosas lo había hecho pasar

— ¿Diez días no te parecen suficientes? —dijo riendo, acomodándose mejor en el sillón para contemplarlo más fácil, para mirarlo directo a sus tan llamativos ojos, para oírle y poner su atención totalmente dispuesta a él

—Bueno, esperemos que lo sean. No has oído nada y esto es solo el comienzo… 

¡FELICES NAVIDADES CON LOS EXPLORADORES DEL TIEMPO!

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