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Capullo
Aparecido
Nuevamente
Observado
Nítido
Intacto
Cerrado
Oscuro.
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DÍA 14
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Capullo
Difícil se me hizo encontrar evidencia posterior sobre
ella salvo por las que se entremezclan aún hoy con leyendas y las llamadas
“alucinaciones colectivas”. Supe que llegó al fin del mundo, esa isla muy al
sur, con el faro mirando al infinito. Allí se detuvo. Entrevisté a gente que la
vio pasar, que fue testigo de los milagros que ocurrieron ese único día. No me
explico la relación entre su existencia y la magia que desprendió con su
estela. Mi búsqueda no arrojó más datos que esta poca información compilada en
una carta a Zacarías Mist.
“Mi
amor:
Te tengo que pedir perdón por todas las veces en que
traté de estupideces a esas historias que vos me solías contar. Hoy pude verla
con mis propios ojos, y no lo hubiese creído si no, pero está claro como el
agua. Cuando encontré la evidencia en el bosque, hice guardia a su lado hasta
que llegara el momento, y cuando se ponía el sol, cual mariposa del capullo,
ella salió. La membrana adherida a su piel se fue despegando cuando realizó los
primeros movimientos, como si fuese un bebé intentando él solo de arrancarse el
cordón umbilical. Etérea, perfecta, inspiró por primera vez, y a su organismo
creo que debe haber ingresado puro perfume de flores. Cuando abrió sus ojos y
contempló por primera vez el mundo que la rodeaba, no se inmutó al percatarse
de que se hallaba en un bosque. Pero fuera de su nido, su útero, que
probablemente olería a dulces perfumes y tendría temperaturas cálidas a las que
ella seguramente se habría malacostumbrado; hacía frío.
Para enfrentarse este crudo Julio, muerto y duro como
una roca, estaba desnuda y ante la única alternativa de tener que recorrer ese
gélido paisaje a pies descalzos. Lucía como despierta luego de toda una
hibernación, como completa, lista y realizada luego de los que seguramente habrían
sido meses de metamorfosis. El peligro le era meramente escalofriante.
Cuando dio un paso fuera de su cápsula orgánica, y se
le terminó de desprender su vieja piel, el capullo pareció dejar escapar un
suspiro que luego no regresó. Pasó, en cuestión de segundos, de ser un durazno
vivo y pulposo a un carozo rasposo y seco. Un ataúd frío e inmóvil, que se
resquebrajó y sus pedazos se desperdigaron por el suelo, comenzando a rodar
colina abajo. El segundo paso fue más estable, y los siguientes fueron
aumentando en velocidad, guiándola lejos. Minutos después, sus alas terminaron
su proceso de apertura y a su trotar aguardaban sus usos expectantes. No
pareció pensarlo dos veces, porque se echó a volar.
Verla en el cielo fue una maravilla, danzando entre
las nubes como en una perfecta coreografía; en sincronía con la luna y solo con
las primeras estrellas y yo como testigos. Pero pronto ya no pude ver ese
espectáculo de cajita musical. Y es probable que ya nadie lo haga. No lo sé.
Pero prometo no dejar que su recuerdo se borre ni de mí ni de nadie, amor.
Mañana comenzará mi búsqueda, pero te envío esta carta ahora para poder
contarte más ni bien me entere en el futuro.
Hasta muy pronto. Te ama,
Ivo León Grey”.
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Este es el relato que deberán buscar
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