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DÍA 23
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LA MÁQUINA M
METRÓPOLIS (PARTE 2)
EPÍLOGO
Una carta escrita por Milo, Ciudadano de Nueva
Metrópolis
Si
hubiera una manera de proteger a los seres queridos de los males de la
humanidad, de la guerra, la enfermedad, la pobreza... ¿no lo harías?
Como
aquellos de nosotros hemos optado por permanecer aquí para reconstruir nuestra
ciudad, edificar de una nueva Metrópolis de la que hemos luchado tan duro para
destruir, a menudo pienso en los momentos finales de la guerra. ¿Sabés lo que
se siente al celebrar un momento a tu alcance, sentir cientos de vidas
revoloteando dentro de tus manos ahuecadas, y saber que en un instante podrías
aplastarlas? Tener a las personas bajo tu directo control es aterrador, porque
en ese instante, lo correcto y lo incorrecto se realinean a sí mismos para
coincidir con tu próxima acción. Te convertís en el centro del mundo.
Sólo
me sentí así por un momento, en verdad. Mientras nos organizábamos, lidiábamos
con los heridos, y nos deshacíamos de las Máscaras Negras de sus armas, me
sentí cada vez menos como si estuviera sometiendo a los otros a mi voluntad. Yo
simplemente estaba haciendo mi mejor esfuerzo para llevar a cabo un plan - un
semidiós empujando las cosas hacia adelante de manera que una rueda más grande y
antigua pudiera seguir girando sin
problemas. Un guardián de acción armoniosa. Eventualmente, el hechizo se
rompió. Ya no tengo el poder que tenía, pero su recuerdo permanece.
A
veces…
A
veces lo quiero de vuelta.
Mi
influencia en la comunidad es una voz entre muchas otras. Mi poder se basa en
el tamaño y la fuerza, y las acciones pasadas en la memoria de la gente. Pero
los ciudadanos no han visto lo que yo he visto. Ellos no saben lo que sé. No
sienten la viva ausencia de los brillantes hilos que una vez nos conectaban -
que los conectaban a mí. Los hilos que me permitían sentir su dolor, conocer sus
esperanzas y sueños, y apreciarlos - protegerlos mejor que nadie. Cuando surge
un conflicto, como inevitablemente lo hace, sobre la mejor manera de avanzar en
esta nueva vida que estamos creando, el progreso se detiene. Me siento y
escucho cómo gritan sobre pequeñas preocupaciones, y me hierve la sangre,
porque conozco su profundo deseo de paz - lo he sentido en cada uno de ellos -
y es tortuoso verlos aplastar sus propios sueños por falta de liderazgo. En
esos momentos, oigo la voz de nuevo.
Me
llama suavemente, desde algún lugar profundo y oscuro. Si cierro los ojos y
escucho, la luz blanca que recuerdo empieza a brillar detrás de mis ojos. Si
pudiera alcanzarla, ¿ellos me escucharían? Si pudiera traer esa luz de nuevo a
esta ciudad, ¿podríamos prosperar?
Sé
que nunca voy a ser una persona ordinaria. Mi cuerpo metálico es una curiosidad
para algunos, una amenaza para otros. No sé si estoy envejeciendo, si alguna
vez voy a morir. No puedo ignorar estas diferencias, así que debo aceptarlas.
¿Por qué no elegir creer que soy así por una razón? ¿Por qué no aceptar mi
lugar apartado del resto, y tomar el poder ante mí?
Si el poder viene llamando, responderé.
Por la paz y la prosperidad de Nueva Metrópolis,
Milo.
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